lunes

Y donde está Soriano?-01

Por Sonia Budassi
“En el velorio de Soriano, llamaba la atención que se acercaran a despedirlo un sinfín de lectores anónimos. Me acuerdo de un padre y de un hijo, los dos con la camiseta de San Lorenzo, el club de Soriano”, escribe Guillermo Saccomano en una nota homenaje al autor que permaneció en la categoría de “best seller nacional” después del boom latinoamericano. Su primer novela, Triste, solitario y final, que se dio a conocer en 1973, llegó a vender más de un millón de ejemplares en todo el mundo. Durante su exilio, que duró hasta la vuelta de la democracia, siguió publicando; en muchos casos sus libros se editaron afuera mucho antes que en el país. Historias como la de No habrá más penas ni olvido— recién se publicó en Argentina hacia 1982— eran leídas en el exterior como una versión de los hechos de lo que ocurría en Argentina. Su éxito se mantuvo a lo largo de los años. En la década del 90 fue el escritor nacional vivo más vendido y leído. Durante la década del 70 escribió en la sección deportes del prestigioso La opinión y llegó a decir que ahí aprendió la fórmula de “trabajar poco y salteado”. A su regreso al país participó en la fundación del diario Página/12, donde escribió hasta su muerte legendarias contratapas autobiográficas, donde los personajes eran el sur, su padre y un viejo Gordini de chapa impecable o gatos desamparados en el Jardín Botánico.
A diez años de su muerte, causada por un cáncer de pulmón, se escribió muchísimo y se opinó aún más sobre su vida y sus libros pero los estudios rigurosos no abundan: apenas un libro de Marcela Croce, Osvaldo Soriano: el mercado complaciente, que ya desde su título expone su sesgo crítico.
Al día de hoy, las notas tampoco se alejan del homenaje y su tediosa carga nostálgica que sirve, en última instancia, para dejar inmóvil una obra como pieza en la vidriera de un olvidado negocio de antigüedades (literarias). No se arriesga mucho cuando se afirma que la muerte opera sobre un autor a favor de la canonización de su obra o, si no hay suerte, del más profundo olvido. Entonces, ¿cómo leer a Soriano hoy? ¿Sigue el mercado avalando su producción?
Como ocurre con otros autores exitosos en términos de ventas, no se ha podido salir de las lecturas que se mueven en la cómoda dicotomía “academia-mercado”. En todo caso, es preciso alejarse del sentimentalismo que evocan los recuerdos del “personaje entrañable que era el Gordo”, y salir de esa dualidad en el intento por cifrar los discursos que rodearon y permanecen en torno a su obra.
En contexto. No habrá más penas ni olvido se publicó en Argentina cuando aparecían otras novelas que daban cuenta del violento momento político del país. Respiración artificial de Ricardo Piglia o Nadie nada nunca de Juan José Saer tematizaban el presente y desarrollaban historias cifradas –cada uno en su propio estilo–, poniendo en cuestión la posibilidad de un relato, en casos violentando el lenguaje y la noción de género, expresando la crisis del realismo y la imposibilidad de narrar aquel presente bajo estructuras cerradas. Por su parte, Soriano trabaja un lenguaje transparente con historias lineales y referencias al cine, al policial negro y a la mística peronista. Así, mientras la crítica de la época celebró sumar al canon a los primeros autores, ignoró al último –suerte que corrió también Jorge Asís con el otro bestseller de época Flores robadas en los jardines de Quilmes.
Soriano sin mercado. Tuvo el mérito de ser uno de los autores mejor cotizados de la industria editorial argentina. Juan Martini, en el prólogo de A sus pies rendido un león, escribe: “Fue uno de los primeros que advirtió que a las editoriales les interesaba, y mucho, un segmento de la creación literaria que estuviese en condiciones para salir a lidiar (con ella) sabiendo de qué se trataba; fue claro y firme en sus exigencias. También es cierto que no entraba en sus cálculos –como lo dijo alguna vez– perder un solo lector. Sabían sus amigos, conocidos y allegados que Osvaldo Soriano soñaba con vender un día toda su obra a una editorial cobrando un anticipo de un millón de dólares y con que alguna de sus novelas se filmase en Hollywood.”
Casi lo consiguió: sus novelas fueron adaptadas al cine y, en 1995, Editorial Norma adquirió los derechos de su obra por quinientos mil dólares. Pero algo cambió luego de su muerte: en 2003, Editorial Planeta compró aquellos derechos para su sello Seix Barral a sólo ciento veinte mil. En Osvaldo Soriano. Un retrato, de Eduardo Montes-Bradley (Norma), libro que recoge testimonios y busca configurar una imagen del autor, Martín Caparrós afirma: “Cuando murió se habló muchísimo de Soriano y se empezó a construir el mito. Sin embargo, no se vendieron muchos libros. Había vendido tantos libros, y en ese momento todos los medios se ocupaban de él, pero eso no hizo que la gente lo leyera más”.
Soriano construyó su leyenda gracias a su idiosincrasia: confesadas ambiciones, simpáticas manías personales, calidez y solidaridad para con sus allegados (Rodrigo Fresán, entre otros, da fe de su generosidad). Pero también relaciones polémicas y un costado popular, que encaja con su poca educación formal –por la cual, desde luego, fue criticado–, su pasión por el fútbol –era hincha fanático de San Lorenzo–, una vida noctámbula –se despertaba por la tarde y llamaba a sus amigos de madrugada para que le cuenten qué había pasado durante el día– excéntricas supersticiones felinas –creía que los gatos lo ayudaban a escribir– condimentado con un firme recelo y una consecuente agresividad para con sus detractores. La creación de sentencias literarias que se popularizaron hasta el slogan, como la del personaje que dice: “yo nunca me metí en política, siempre fui peronista” también fueron parte de su universo. Todo en el marco del gran relato setentista que tiene en el exilio su fractura más nostálgica.
Crítica y lector. Cada volumen de la última edición de su obra es acompañado de un prólogo de reconocidos autores, desde Tomás Eloy Martínez a Osvaldo Bayer. En la mayoría de los casos son escritores con los que tuvo algún tipo de relación, personal o laboral. Cada obra tiene, entonces, el aval de otra firma que se asume prestigiosa, lo que puede leerse como una operación para legitimar al best-seller en otros ámbitos.
Juan Saturain, en Osvaldo Soriano, un retrato, dice: “El Gordo tenía una relación con la literatura muy particular. Él siempre se sintió como un paracaidista en la literatura, más que paracaidista alguien que había entrado en la literatura sin pedir permiso, como con trampa, por la ventana, por la puerta del fondo; nunca se sintió un literato”. En este sentido, puede pensarse a Roberto Fontanarrosa como una versión apolítica de Soriano. ¿Quién no escuchó decir al dibujante rosarino, también amante del fútbol y la cultura popular, que se inició en la literatura por mera pasión, y que, en este sentido, está afuera del campo literario? Sin embargo, para Soriano, como para tantos otros best-sellers latinoamericanos, la indiferencia de la academia o el desdén de la crítica fue algo conflictivo. No llegó a ser feliz con la inaudita cantidad de lectores que lo seguían. Como si no pudiera aceptarse que literaturas diversas conviven gracias a públicos variados, y en ámbitos diversos, no soportó ser ignorado o maltratado por algunos. La anécdota es verídica: Charlie Feiling escribió una reseña de Una sombra ya pronto serás que decía: “Soriano es a la literatura lo que el menemismo es a la política”. A partir de ahí, el autor hizo lo imposible para que echen al escritor del diario Pagina/12. Por suerte, pronto todo se arregló entre ellos y Feiling no perdió su empleo. Pero no eran extrañas ese tipo de actitudes. En el libro de Montes-Bradley, Liliana Hecker confirma: “A Soriano no le gustaba mucho las críticas, y tomó medidas injustas contra gente que lo cuestionó. Eso no le quita mérito, era un hombre complejo, de la misma manera en que era un tipo terriblemente querible.”
Hecker publicó, en la célebre revista El ornitorrinco una reseña de No habrá más penas ni olvido. “Era una crítica bastante dura”, confesaba la escritora. “La novela toma un sector de la realidad nacional de los 70 químicamente aislada del resto. Es decir, en la novela no hay más que peronistas: peronistas buenos y peronistas malos”. La crítica posterior no se alejó demasiado de aquellas líneas interpretativas. Se acusa a la narrativa del autor de “simplista” y “superficial”. Martín Prieto, por ejemplo, sigue a María Teresa Gramuglio quien afirma que Soriano suma un capítulo más “de la eterna lucha entre los buenos (los honestos peronistas de la primera ola, la juventud) y los malos (los advenedizos, la burocracia política y sindical, las bandas armadas)”. En su reciente Breve historia de la literatura argentina, Prieto escribe: “Mantuvo vigente su pacto con el gran público a partir de una fórmula exitosa desde Triste, solitario y final, su primera textualización: temas complejos, pero reducidos a sus vectores de fuerza principales, siguiendo los lineamientos simplificantes de la alegoría. De este modo, la vastedad del país, en No habrá más penas ni olvido, es empequeñecida al tamaño de Colonia Vela, un pueblo imaginario de la provincia de Buenos Aires, y la complejidad ideológica del enfrentamiento entre la izquierda y la derecha peronistas en los años setenta, a una satírica pelea entre un borracho preso, un loco, un comisario, el piloto de un avión fumigador y un viejo empleado municipal que convierten la novela en un episodio desprovisto de historia, política e ideología.” Vale señalar excepciones: entre sus seguidores, los hay también profesores universitarios. El año pasado, el crítico cordobés Rogelio Demarchi afirmaba, en el sinuoso artículo, Novelas marcadas: Soriano contra Puig, que la obra del primero debe leerse en diálogo con la del autor de Boquitas pintadas. Este es uno de los pocos intentos –sino el único- de un académico para reivindicar al escritor.
Estrategias textuales. “Tenía un gran talento para llegar a la gente y eso no se puede cuestionar. Sus amigos y sus lectores lo han querido mucho”, dice Hecker reiterando la idea que, palabras más, palabras menos, utilizan todos los que han criticado sus libros. Así, despliega una retórica sagaz: en un doble movimiento, efectúa una concesión -se acepta que “tenía gran talento”- y, al mismo tiempo, le quita relevancia en el campo literario -circunscribe el resultado de su “talento” a sus “lectores” o “amigos” que lo “querían”; hábilmente, sugiere que el afecto es un efecto de lectura válido en ese mismo terreno: el del vínculo. Aunque cierta, la afirmación es una maniobra retórica que logra quitar el problema -la obra- del medio de la discusión. Destinos póstumos. Habrá que rastrear las marcas que deja su figura entre los escritores de hoy; ver si su sombra se despliega o se oculta en la producción de los nuevos narradores, quienes, después de todo, recomendarán su lectura o cristalizarán su obra como un objeto fóbico de la literatura argentina para que quede en el olvido. Nuevas lecturas deberán confirmar o desmentir si las peripecias – y la perseverancia- del periodista “Osvaldo Soriano”, protagonista, junto al detective Marlowe, de Triste, solitario y final, se vuelven previsibles hacia el final del libro; si la acción sigue capturándonos aún más que los diálogos algo pretenciosos de Una sombra ya pronto serás; si sus estrategias narrativas, hoy despojadas de su referente histórico inmediato, actúan como un foco para cifrar el presente o si en las palabras de los habitantes de Colonia Vela reverberan los ecos oportunistas de una sentencia inapelable. Descubrir si sus personajes, algunos tan entrañables como se dice fue su autor, se animan a desequilibrar los contornos de una época conflictiva o se repliegan en una seducción refleja que no logra conmover fuera de aquel lugar, traicionero y frágil, en que se ampara la nostalgia.
Publicado el domingo 21 en Cultura de Perfil

Falta Poco



















Enviado especial.

Un grupo de jóvenes sociólogos cansado de discutir el capítulo sobre cuerpos sin órganos de Mil Mesetas realizó un estudio cuantitativo espontáneo en el que se certifica que en las playas de la costa atlántica argentina cada vez hay menos personas gordas. Las pocas que quedan tienen más de 35 años y, al igual que los jóvenes investigadores, una marcada afinidad ideológica con el kirchnerismo.

Se transcriben algunos datos significativos del estudio, encontrado al interior de un pote de Hawaiian Tropic salido de uno de los caños cloacales que desembocan en las tibias arenas de Villa Gesell:

- El 88,57 % de los gordos de entre 25 y 35 años dice simpatizar con el proyecto Eloísa Cartonera y estar en contra del cierre de Belleza y Felicidad.
- El 96% de una categoría curiosamente llamada “guachitas tipo tuvecinita.com” asegura “no estar interesada” en leer a Dani Umpi ni ningún tipo de literatura de vanguardia o posvanguardia. Tampoco estarían dispuestas a asistir a talleres literarios o encuentros de lectura, por más que les regalasen vino.
- El 65% de las “madres de familia” miraría con buenos ojos que su hijo abriese un blog, con expectativas de que le sucediera lo mismo que a Lola Copacabana.
- El 89,42% de los encuestados cree que Manuel Puig era “un puto director de cine que ahora es copiado por todos” y que Romina Paula era una de las protagonistas de Clave de Sol.
- El 94,56% de los teenagers (14 – 17 años) pensaba en César Aira como un movilero de Radio 10.

"Espero no volver a repetirlo" Entrevista a Dani Umpi 02

Cada vez que alguien me preguntaba en la redacción ¿sabés quién puede estar a favor de la libre circulación de la música por internet?, y toda aquella cuestión de los derechos de autor que se socializan, decía: "Dani Umpi". La segunda entrevista que tuve con él desmintió lo que creía.

Cuando él empezó a componer los temas de su disco, empezaron a circular versiones de las canciones por la web, que pronto llegaron a las emisoras uruguayas y escalaron los rankings. Pero el disco todavía no estaba editado.


-Fuiste colgando las canciones de Perfecto a medida que las ibas componiendo, antes de tener la versión final, y no te molestó que empezara a difundirse esa suerte de “work in progress”. ¿Harías lo mismo con un libro tuyo? ¿Por qué?

No, no haría lo mismo. Lo de las diferentes versiones que circulan de mis canciones fue un descuido. Ni siquiera las subí yo. Es bastante incontrolable eso porque yo grababa los ensayos y a eso se le sumaban los demos. Entonces ahora circula todo. Es bueno que las cosas circulen porque significa que a la gente le interesa lo que uno hace, pero también tiene su contracara. Ya aprendí y espero no volver a repetirlo. En el caso de las novelas es muy diferente porque los libros no se copian como si fueran archivos y no suelo mostrar lo que estoy escribiendo hasta que esté muy avanzado.

El resto de la entrevista fue publicada acá y lo que resta en un post más abajo.

viernes

Lecturas en el Jardín

hoy!

"Juan Diego Incardona nació en Villa Celina en 1971. Es autor de numerosos relatos y ensayos. Dirige la revista virtual el interpretador. El viernes 12 de enero, a las 19 hs, en el Jardín Botánico de la Ciudad de Buenos Aires, leerá textos suyos y se someterá a un reportaje a cargo de Damián Ríos. También se aceptarán preguntas del público.

El viernes que viene:

Gonzalo Castro

"El viernes 19/02, en el Jardín Botánico de la Ciudad de Buenos Aires, a las 19 hs, Gonzalo Castro leerá textos de su producción. A continuación, charlará con Damián Ríos y el público. Gonzalo Castro nació en la ciudad de Buenos Aires en julio de 1972. Publicó Hidrogafía doméstica, su primera novela, en el sello Entropía, cuyo staff de dirección integra. Trabaja como diseñador gráfico y docente en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires."

miércoles

"Le tengo mucho prejuicio a los blogs" parte 01



Algunas respuestas que quedaron afuera de esta entrevista a Dani Umpi.
publicada en Cultura de Perfil, el domingo pasado.

-¿Te sentís interpelado por la estética de ByF? ¿De qué manera influyó en lo que hacés?
Yo creo que Belleza y Felicidad es un espacio más que una estética. Cuando conocí el espacio quedé muy encandilado e inmediatamente conocí a los que en un futuro muy cercano llegaron a ser grandes amigos. Yo vivía en Montevideo (todavía vivo aquí y no pienso mudarme) pero me sentía bastante aislado, si bien formaba parte de un colectivo que se llamaba Movimiento Sexy. Yo escribía bastante y hacía otras cosa, entonces caí en Belleza con todo lo que había hecho y fue muy mágico porque inmediatamente encontré un espacio en donde me sentía muy cómodo. Por otro lado no suelo hablar mucho de literatura con otros escritores que conocí en ese ámbito. Con Cucurto, por ejemplo, nunca hablamos de lo que escribimos. Tampoco con Gabriela Bejerman, o Fer Laguna... como que salimos a bailar, o charlamos cosas de los novios... No niego encontrar mucha afinidad que las producciones literarias de gente como Fer Laguna, pero, sinceramente, nunca hablamos de eso.

-¿Por qué tenes fotolog y no un blog?
No suelo leer blogs. Me da mucha pereza. A veces hago un esfuerzo descomunal para entrar al de Timo Berger, por ejemplo. Sin embargo devoro fotologs. Pierdo y gano mucho tiempo visitando fotologs. Los encuentro mucho más fluidos y menos pretenciosos. ¡Uy! Dije un disparate porque los fluido y lo pretencioso lo hace la gente, no el site. Y hay (o puede haber) tantas personas como fotologs... A ver... No sé.... creo que es prejuicio. Le tengo mucho prejuicio a los bloggs. En mi cabeza los veo como algo muy aburrido de gente que le encanta discutir, pero si lo pienso mejor me doy cuenta que en los fotologs ocurre lo mismo... no sé, no tengo opinión formada, pero definitivamente, es un hecho que me gustan más los fotologs. Mi fotolog personal está bastante desaprovechado porque aunque suba algo todos los días, no lo uso como medio "expresivo", sino que cuanto tonterías que me pasan, mezcladas con promociones de mis toques.

lunes

Nueva reseña de Hojas de Tamarisco

Publicado en la revista Los asesinos tímidos

Por Juan José Burzi


"Hojas de tamarisco", el libro editado, justamente, por Editorial Tamarisco, es una apuesta colectiva. Los cuatro relatos del libro pertenecen a los cuatro creadores e integrantes de la editorial. Se hace necesario entonces, como en toda antología, hablar de esos cuentos por separado
y luego, de ser posible, arribar a una conclusión.
El primer cuento, de Hernán Vanoli, es Llegar a otro miércoles. Un relato ambientado en el futuro, donde hay personajes misteriosos, no del todo claros, pero a la vez muy definidos. Todos tienen características físicas más bien inquietantes, pero aún más lo es sus diferentes rasgos psicologícos. No termina de quedar en claro a qué actividad se dedica cada uno, sólo se deja entrever un matiz sexual y antropófago. Por la forma en que aparecen y desaparecen los personajes, y por las aluciones a ese mundo en el cual se mueven, se puede tener la sensación de que este relato es sólo un segmento de un universo tan personal del autor como fascinante, sólo una porción de una obra que, en caso de haber sido escrita, merecer ser publicada y leída.
Felix Bruzzone, en el segundo cuento (Otras fotos de mamá), juega al engaño todo el tiempo. Al ver el tema del relato, los setenta en la argentina y los desaparecidos, se cae en una equivocación si se espera un típico cuento " setentista", con posiciones políticamente correctas y bajadas de línea. Sí hay una búsqueda de mamá (desaparecida), sí hay alusiones políticas, pero el cuento va tomando, de a poco, otro camino. Un camino que conduce inexorablemente al presente, al interior del personaje. Y a esa sensación de que, citando a Onetti, "cada uno está solo, que siempre resulta asombrosa cuando nos ponemos a pensar."
"Acto de fe", de Sonia Budassi, es el tercer relato del libro y está narrado como un monólogo interior de una inmigrante (Argentina a EEUU) que, mientras se va envolviendo poco a poco en un problema que en un principio parece banal, deja en claro lo que piensa y vive un extranjero en Estados Unidos. Ni siquiera la muerte, que llega sin demasiado ruido, la saca de esa especie de ensoñación tragicómica. El humor irónico que recorre todo el cuento, especialmente cuando enfoca en los aspectos más superficiales del arte y la cultura, nos hace desear que el cuento no termine, que siga descubriendo y señalando tanto estereotipo y estupidez, al menos por unas cien páginas más.
El último cuento de la antología, "Tréboles", de Violeta Gorodischer, es el más críptico de todos. Trata sobre un niño, Luisito, que juega y habla solo y que busca tréboles de cuatro hojas todo el tiempo. Sus padres no lo comprenden, por diferentes motivos. Tampoco lo hacen entre ellos. La (in)comunicación pareciera ser uno de los ejes del relato. Es un cuento sostenido principalmente a travéz de los silencios y las ausencias. Los mini capítulos son partes de un rompecabezas incompleto, sin que por otro lado esas piezas faltantes sean un impedimento para disfrutar de la poesía árida que contienen.
Al terminar de leer los cuatro relatos, la sensación es de sorpresa. Pocas veces las publicaciones de antologías grupales son buenas. Suelen mostrarse arbitrarias y permisivas desde lo mediocre, uno se imagina a un grupo de varios amigos elogiándose mutuamente y dándose ánimos (que por lo general a muchos no les falta) para publicarse y sentirse brillantes. En "Hojas de tamarisco" uno no siente eso: Los textos están muy bien escritos, muy cuidados, cada uno en su estilo; se caracterizan desde lo singular, y hasta se tiene la sensación de que se buscaron combinar cuatro textos bien diferentes entre sí. El único reproche que se le puede hacer a la presente edición, es la brevedad de la misma y las ganas de más (como ya fue dicho con anterioridad: en cantidad, no en calidad) que nos queda al cerrar el libro.

viernes

SONIA FABIANA BUDASSI --q.e.p.d.-- Falleció el 30 de diciembre de 2006


noticias raras de fin de año en una ciudad chica en la que avisos fúnebres también suenan en la radio.


iba a escribir algo con esto; pero todavía no.

No tengo segundo nombre ni esa edad, también soy bahiense.
Llamaron a mi mamá, que estaba conmigo, y no se asustó. Pero otros sí, y de alguna forma tuve una muestra de esa fantasía narcisista infantil cuando te imaginás qué pasaría si te murieras hoy.
"sí está acá"
"no, no es"
"no, creo que no soy"
"no, no soy la otra"
(...)

miércoles

el año empieza con pregnante pegote cheeveriano.
...a la hora de arriesgar hipótesis, luego de un sondeo teñido de paranoia consideré seriamente el gozo de la libertad que ronda el capricho. Así fue:
Que un libro de relatos sea elegido el mejor del año quizá sirva para remover ciertos juicios que desde hace tiempo pesan sobre el género (los cuentos no venden, los "escritores serios" escriben novelas, etc.). Desde la publicación, en 1978, de sus Cuentos completos, John Cheever gozó de un notable reconocimiento en Estados Unidos. Pero en Argentina su obra era casi secreta hasta la aparición, en 2003, de La geometría del amor, antología con prólogo de Rodrigo Fresán, punta de lanza de ediciones posteriores. Además de la difusión de su obra en los últimos años, o precisamente a causa de esto, podemos preguntar: ¿Porqué escritores y editores argentinos se apropian del autor siempre catalogado como anatomista de la clase media norteamericana? ¿Qué fibra toca su obra en los lectores de este lejano país sudamericano, en el año 2006?
Si cada lugar impone ritos y tipologías de relación –en Cheever el núcleo es la familia sanguínea como en Dickens lo era la adoptiva– la lectura conspirativa, ávida de paralelismos, es sumamente tentadora: en estos cuentos lo geográfico funciona como amparo de lo doméstico y red de contención social. En los barrios residenciales se tejen los códigos de la clase media; lo cotidiano es el campo de batalla del individuo, los valores tradicionales y los fantasmas emergentes del capitalismo urbano.
Suele apuntarse que las ficciones de Cheever suceden en lugares determinados: Nueva York, los suburbios, lugares de veraneo y ciudades europeas (casi siempre Italia). Que se nos hable de Shady Hill o Bullet Park no nos excluye por lejanía ni nos seduce por su excentricidad. El barrio residencial opera con sus reglas (fórmulas de cortesía para cocktails, clubes, colegios privados) tanto en Massachussets como en Pilar: los jardines con pileta son clave de pertenencia, imagen garante del núcleo familiar y vecinal.
Y el andén repleto luego de un día de trabajo puede ser Belgrano R, y la increpación de los rostros veloces del otro lado de la vía remite al sofocante rugido del subte porteño. En su pretensión de ciudad europea, Buenos Aires tiene su espejo aspiracional en Nueva York y la costa Este.
Los códigos de urbanidad son tiranos y frágiles: un orden sutil se corrompe cuando el protagonista de Una visión del mundo trata de espiar la lista de supermercado de un anciano que la aprieta contra su pecho "como un prudente jugador de naipes". La soledad sórdidamente contemplativa en la estación es violentada por el abordaje de una vecina quejosa. Luego de un aterrizaje forzoso, donde la muerte es una amenaza real, y una vez evitada la catástrofe, el narrador de El marido rural, apunta: "Apenas se había modificado la actitud de desconfianza con la que la mayoría de los norteamericanos miran siempre a sus compañeros de viaje". Y, al volver a casa, las cosas no parecen ser demasiado distintas.
La cultura del inmigrante emprendedor –devenido en self made man- y de los nuevos ricos que llegan a una posición social superadora resuena con fuerza en el lector de estos pagos. Casi siempre de ascendencia extranjera –y educación cristiana-, la "comunidad" que protegen y aborrecen es, sin embargo, la única vía posible cuando se tiene educación universitaria y empleo "digno". En esa tensión -como gestada en la clase media alta argentina, incluida la idea del prestigiante "viaje a Europa" - se mueven cuarentones en crisis que quieren recomponerse en vacaciones, como Los Hartley. En Una visión del mundo dice: "Se hubiera dicho que estábamos bailando sobre la tumba de la coherencia social." Hasta las vacaciones en familia –Laud´s Head puede ser Cariló- tiene aires de ritual vernáculo.
Cheever maneja los momentos festivos de la comunidad con una ambigüedad interpelante: condensa, relato a relato, cinismo, compasión y complicidad. Si en Adiós, hermano mío, la fiesta en el club de pesca tiene el aura de verdadera comunión, en El marido rural lo comunicable es reprimido en honor a la hipocresía de la reunión social.
Pero los vecindarios, los viajes y la gran ciudad adquieren verdadera potencia en cuanto escenarios del comercio de los afectos: el lugar donde se juega la valoración y la ruptura, el brillo y el desgaste de relaciones matrimoniales, de padres e hijos, de amigos y vecinos. A costa de invalidar nuestra hipótesis inicial, la obra de Cheever tiene la cadencia triste y permeable de los planteos en medio de una crisis. En el El marido...también se lee: "su gusto por las fiestas nacía de un temor perfectamente natural al caos y la soledad. Aunque hubiera salido siete días a la semana no se habría curado de su aire pensativo –el de alguien que oye una música lejana-, porque siempre seguiría imaginándose la existencia de una fiesta más animada en algún otro sitio." Con una prosa delicada o, al decir de John Gardner, con "esa voz de Cheever para escribir cantando", los relatos nos enfrentan con la contradicción necesaria y desesperante entre el descubrimiento y la conformidad.

Publicado en Cultura de Perfil, el domingo 31 de diciembre